Isfahan da paso a Yazd y Yazd a Shiraz, tierra donde antiguamente se bebían los mejores vinos. De ese pasado consagrado a las buenas costumbres sólo quedan los poemas de Hafez y el nombre de una variedad de uva. El vino se perdió, pero Hafez permanece en el corazón de los persas y es venerado como el más santo de los profetas. En su tumba nos hablaron de su pasado y abrieron una ventana a nuestro futuro.
Una agradable noche de primavera comprobamos el rigor de las autoridades que, de un tirón, arrancaron de nuestras manos uno de los pocos placeres que todavía son tolerados por estos lares.
Con la esperanza de solearnos en las playas de Bandar-e-Abbas afrontamos el año nuevo persa entre máscaras de colores, que no de fiesta, compras frenéticas y una enorme dificultad para encontrar un alojamiento acorde con nuestro presupuesto; dificultad que pone a prueba todos nuestros recursos de viajero. Las sucias aguas que bañan Bandar nos mantienen en la orilla y nos conformamos con zambullirnos en su bullicioso mercado, que en estos días del año 1386 son un espectáculo de compras de última hora que nos recuerdan nuestra consumista Navidad.
Llega el 1387, algunas de las leyes del país se corresponden con las de occidente por esas fechas, y lo que más llama nuestra atención son los burkas de colores que las mujeres soportan estoicamente bajo el calor sofocante del Golfo.
En Irán, la fiesta del año nuevo no es cosa de tomarse a la ligera y se celebra con inverosímiles acampadas en los lugares mas extravagantes. Los comercios permanecen cerrados, y Kerman sería una ciudad fantasma de no ser por las casas de trapo que brotan en cualquier rincón. Los iraníes se convierten en nómadas por unos días, y en ciertos lugares como Mashad, el reto de conseguir alojamiento es misión imposible. Mashad es el lugar donde descansan los restos del imán Reza. Aquí llegan peregrinos de todo el mundo chiíta aprovechando los días de asueto que les brinda el "nowruz". Llamamos a todas las puertas, agotamos opciones, jugamos el papel de turista pobre e indefenso -que es lo que somos- y, finalmente, la policía ejerce su influencia para encontrarnos un lugar digno donde descansar nuestras mochilas.
Adquirimos el título de "mosafer" de honor, comemos con el alcalde de Mashad y, después de darle nuestra visión occidental de como se podría mejorar el turismo, y de evitar ciertas preguntas con veneno acerca de las mujeres de Irán, contravenimos sus deseos de mullah y nos colamos en la tumba del venerado imán; vetada a los infieles.
Años de conciertos de mecheros boca abajo y empujones nos han preparado para el espectáculo dentro del lugar sagrado. Gente caminando sobre cabezas ajenas, multitud enfebrecida aplastando a sus congéneres para llegar a tocar al santo mientras los afanados guardianes golpean con plumeros telescópicos las cabezas de los más exaltados para intentar controlar la muchedumbre. Unos minutos nos son suficientes para entender por qué no comprendemos nada y abandonamos el lugar con la certeza de llevarnos en la memoria una experiencia que quedará por mucho tiempo.
Las hojas de 1387 van cayendo y el tiempo llega de regresar al futuro; el 2008 nos espera al cruzar una frontera que separó dos grandes imperios. Nos despedimos de Irán y de sus gentes con pena por abandonar uno de los lugares que mejor nos han tratado en nuestro deambular por el mundo. Una nación juzgada y condenada por la sinrazón de su gobierno; juicio y condena alimentados por la estupidez y el interés de unos pocos.
Con la esperanza de solearnos en las playas de Bandar-e-Abbas afrontamos el año nuevo persa entre máscaras de colores, que no de fiesta, compras frenéticas y una enorme dificultad para encontrar un alojamiento acorde con nuestro presupuesto; dificultad que pone a prueba todos nuestros recursos de viajero. Las sucias aguas que bañan Bandar nos mantienen en la orilla y nos conformamos con zambullirnos en su bullicioso mercado, que en estos días del año 1386 son un espectáculo de compras de última hora que nos recuerdan nuestra consumista Navidad.
Llega el 1387, algunas de las leyes del país se corresponden con las de occidente por esas fechas, y lo que más llama nuestra atención son los burkas de colores que las mujeres soportan estoicamente bajo el calor sofocante del Golfo.
En Irán, la fiesta del año nuevo no es cosa de tomarse a la ligera y se celebra con inverosímiles acampadas en los lugares mas extravagantes. Los comercios permanecen cerrados, y Kerman sería una ciudad fantasma de no ser por las casas de trapo que brotan en cualquier rincón. Los iraníes se convierten en nómadas por unos días, y en ciertos lugares como Mashad, el reto de conseguir alojamiento es misión imposible. Mashad es el lugar donde descansan los restos del imán Reza. Aquí llegan peregrinos de todo el mundo chiíta aprovechando los días de asueto que les brinda el "nowruz". Llamamos a todas las puertas, agotamos opciones, jugamos el papel de turista pobre e indefenso -que es lo que somos- y, finalmente, la policía ejerce su influencia para encontrarnos un lugar digno donde descansar nuestras mochilas.
Adquirimos el título de "mosafer" de honor, comemos con el alcalde de Mashad y, después de darle nuestra visión occidental de como se podría mejorar el turismo, y de evitar ciertas preguntas con veneno acerca de las mujeres de Irán, contravenimos sus deseos de mullah y nos colamos en la tumba del venerado imán; vetada a los infieles.
Años de conciertos de mecheros boca abajo y empujones nos han preparado para el espectáculo dentro del lugar sagrado. Gente caminando sobre cabezas ajenas, multitud enfebrecida aplastando a sus congéneres para llegar a tocar al santo mientras los afanados guardianes golpean con plumeros telescópicos las cabezas de los más exaltados para intentar controlar la muchedumbre. Unos minutos nos son suficientes para entender por qué no comprendemos nada y abandonamos el lugar con la certeza de llevarnos en la memoria una experiencia que quedará por mucho tiempo.
Las hojas de 1387 van cayendo y el tiempo llega de regresar al futuro; el 2008 nos espera al cruzar una frontera que separó dos grandes imperios. Nos despedimos de Irán y de sus gentes con pena por abandonar uno de los lugares que mejor nos han tratado en nuestro deambular por el mundo. Una nación juzgada y condenada por la sinrazón de su gobierno; juicio y condena alimentados por la estupidez y el interés de unos pocos.
2 comments:
Definitivamente, me dejais con ganas de ir a Iran. Aqui en Rumania he conocido a una persa me enseña bastantes cosas de su pais y me alegra que la impresion que a mi me queda es la misma que teneis los que lo ya habeis estado alli.
Desde Bucarest, un saludo del palentino que compartio vuestro viaje de Brasov a Sighisoara.
joder, algunas cosas de ese mensaje no tienen sentido. Me pregunto si el que lo escribio (yo mismo) sabia lo que queria decir realmente...
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