Wednesday, November 28, 2007

TIERRA DE VAMPIROS


Otro país, un lugar que hace volar la imaginación con sólo nombrarlo. Occidente se va fundiendo poco a poco como se funde la nieve en las estepas de Transilvania: cada vez un poco más lejos de casa, los que allí quedaron van soltando amarras encorvándonos la espalda con el peso de su olvido. Vamos combatiendo el frío con la amable acogida de la gente; charlas en el mercado, muchos rumanos chapurrean nuestra lengua y curiosean el motivo de nuestra visita, convencidos de que la unica salida es huír de esta tierra.
Garabateamos en el mapa un recorrido arbitrario; de Oradea a Sibiu, de allí a Brasov para regresar de nuevo hacia el norte, parando en Cluj Napoca de camino a Maramures.
En Brasov nos dejamos hipnotizar por los encantos de una leyenda. Visitamos el castillo de Bran, el palacio de Peles y ni rastro del conde Drácula, a no ser por unas cuantas caretas de plástico de venta en los kioskos callejeros. Seguimos su pista hasta su ciudad natal en el coche alquilado de un trío de Palencia. En Sighisoara encontramos su casa convertida hoy en restaurante; del que huímos porque no usan el ajo para cocinar (al menos esa es nuestra excusa, nos ahuyentan mas los precios que darían un buen mordisco a nuestro presupuesto).
Un interesante viaje en tren entre el sol y la nieve y de nuevo estamos en la gran ciudad, y de nuevo volvemos a experimentar los problemas que provoca el no validar los billetes a tiempo. Aprovechando nuestra ignorancia, un avispado inspector (esta vez de verdad), intenta ganarse un sobresueldo disfrazado de multa.
- Ni hablar, nuestros bolsillos estan cerrados, si quieres algo vamos a la policía.
Tenemos todo el tiempo del mundo y no hemos venido aqui a igualar las diferencias del salario base entre los países de la Union Europea. La paciencia del inspector se agota y con un gesto impotente se da por vencido e incluso nos indica como llegar a nuestro destino.
!Otro vampiro que se queda sin chupar sangre!

Sunday, November 18, 2007

POLICIAS O LADRONES


La primera nevada fuerte nos sorprende en Budapest en paños menores. Hechizados por la lenta procesión de copos de nieve, los vemos caer desde las piscinas descubiertas de Szcheny. Poco a poco, entre los vapores que levantan los contrastes de temperatura, los tejados se van tiñendo de blanco. Relajados por los efectos de las termas y por el inusual espectáculo de ver nevar desde la piscina, la tarde pasa en un suspiro.
El cuerpo pide algo de movimiento y acudimos a la cita con la banda local de rock. A duras penas encontramos el barco A38 anclado a las orillas del Danubio. Una larga cola espera junto a la puerta, demasiadas personas han tenido la misma idea que nosotros; otra vez será. Decepcionados por no poder entrar, nos batimos en retirada antes de que el frío agote definitivamente nuestras energías.
Los días y vamos descubriendo poco a poco los encantos que Budapest guarda para sus visitantes y descubrimos también que guarda alguna sorpresa al que, embelesado por la magia de la ciudad, baje la guardia. Paseando tranquilamente junto al río nos vimos envueltos en un falso control de pasaportes. Afortunadamente nuestros sentidos estaban alerta y el falso policía huyó con el rabo entre las piernas al comprobar que era él el sometido a un riguroso control de documentación.

-!Pasport plis!

-Ya, pero primero enséñanos tu documentación majo.
Con un rápido ademán de pistolero nos enseña un carné que lo mismo podría ser del sindicato de chorizos; e incansable repite su "pasport plis".

-Ya, ya, lo que pasa es que no hemos visto nada, ?puedo ver otra vez ese carné de juguete que tienes?
Y así acabo la cosa, de vez en cuando ser un tozudo tiene sus ventajas...
Lunes, esta vez son unos amigos de Kata los que tocan en el Godor Klub y la noche se alarga con un par de bandas más; regresamos a casa satisfechos por haber podido (esta vez si) ser testigos de la música que se hace por estas latitudes.
Un par de días mas deambulando por las calles nos aconsejan que retomemos el camino; la ciudad tiene mucho que ofrecer, pero nuestro viaje va creciendo en nuestra imaginación como una nube de azúcar de las que sirven en las ferias y hay que seguir avanzando si queremos llegar a Mongolia el próximo verano.

LAS ARMAS LAS CARGA EL WHISKY


La entrada en Hungría supone un cambio de aires, un lenguaje que nada tiene que ver con el que ya habían identificado nuestros oídos, una historia que, aunque a veces haya ido de la mano de la de las tierras que abandonamos, se apartó para escribir sus propias derrotas. Mirando hacia atrás, viendo como el tren va poniendo traviesas de por medio, nos lamentamos de no haber conocido a demasiados lugareños. Realmente, haciendo memoria, solo recordamos ahora a aquel hombre de Dubrovnik que después de invitarnos a un whisky y, rechazando él su ración por haber tomado suficiente, sacó un revolver del mueble-bar y apretó frenéticamente el gatillo. Poco mas duro la conversión, habíamos contado cinco vueltas del tambor y cualquiera que haya visto una película de vaqueros sabe que un "Colt" tiene seis disparos; así que huímos a toda prisa por si la última bala la hubiera cargado el diablo... o el whisky.
Hungría nos sorprende gratamente abofeteando nuestra incultura con cuidadas ciudades y una forma de vida mucho mas parecida a la nuestra de lo que presumían nuestros prejuicios. Una vez mas nos damos cuenta de que de nada sirven los relatos intercambiados apresuradamente con otros viajeros. Cuando uno viaja apenas raya la superficie de la realidad de los sitios que visita, y la misma ciudad ofrece al visitante caras distintas dependiendo de su humor, de sus ganas...del de la ciudad, de las nuestras...
Con la intención de evitar que se repita la misma historia vamos a visitar a Kata, a Ian y a su pequeñaja y encantadora hija. El poco tiempo que pasamos bajo el amparo de su hospitalidad nos sirve para desconocer un poco menos como se vive por estas tierras y, de paso, para enterarnos de un par de conciertos interesantes que habrá en Budapest los días que estemos por allí.
Cansados de vagabundear los lugares a toda prisa, decidimos olvidar nuestras mochilas en la gran ciudad durante al menos una semana.

Wednesday, November 14, 2007

EL SILBATO DEL TREN


Los países que formaron la antigua Yugoslavia emborronaron las ventanas. Las montanas de Bosnia se escondieron en la niebla y las fértiles llanuras de Serbia dejaron una estela de campos de maíz bajo un resol huidizo. El tren canta su canción; con la mirada buscando el foco en ningún punto del horizonte somos espectadores de un panorama monótono. El Danubio nos acompaña en su lento viaje. Silencioso testigo de los contrastes que construyen Europa, el Danubio fluye gris hacia el final de sus días en el Mar Negro contagiándonos su apatía. Sarajevo nos dejó indiferentes, Belgrado brilló con un guiño de sol dentro de una semana insulsa y sólo la compañía de Andrea y Suzie aportó una pizca de interés en nuestras conversaciones con la gente. La frialdad del carácter eslavo nos atormenta y nos sorprende, especialmente asomados a cualquier ventanilla de información, nos horrorizan las muestras de hastío en respuesta a cada pregunta. Rara vez nuestras dudas se ven resueltas en ninguna de estas visitas y una mezcla de resignación y rabia se apodera de nosotros por un instante.
Visitamos Novi Sad; una ciudad que olvidamos en el momento mismo de apoyar nuestros culos en el asiento del tren que nos llevará hacia Hungría.
Los cruces de aduana se van complicando con cada país que dejamos atrás, los imperturbables guardias no se pueden permitir regalar una sonrisa y mientras examinan nuestros pasaportes con una mueca estudiada durante horas ante un espejo jugamos a imaginar qué pensarán:
"!Anda, qué dibujitos más chulos tienen estos pasaportes de España! ?Qué habrá hecho el Barcelona en la liga? Seguro que estos lo saben pero no puedo preguntar. Es una mierda esto de tener que aparentar ser frío como el hielo. Me gustaba más dirigir el tráfico, al menos podía sonreír a aquella rubia que cruzaba todos los días camino al trabajo..."
El silbato del tren nos devuelve a la realidad; el guardia de aduanas deja de mirar los dibujitos y, al devolvernos el pasaporte, caemos en la cuenta de que si no ríe es probablemente porque no le gusta su trabajo. Si por lo menos atrapara a algún espía...Aunque sólo fuera uno al mes para alterar la rutina...Pero esos tiempos han cambiado. El guardia regresa a su triste despacho de aduanas y nosotros continuamos nuestro camino mecidos por el suave meneo.

SIMULACRO DE ROBO


Despertamos en Mostar con nuestros espíritus más reposados, al fin y al cabo esta guerra forma parte del pasado y sus habitantes han decidido mirar hacia delante, ?por qué no habríamos de hacerlo nosotros? Pequeños grupos de turistas comienzan a conquistar sus calles, y algunos valientes les muestran sus agallas arrojándose desde el puente que dio nombre al lugar. Expectantes apostamos por cómo se lanzará al vacío el chaval que mira ahora, concentrado, las aguas del río Neretva:
- Te apuesto lo que quieras a que se tira de cualquier manera menos "a bomba".
La broma relaja nuestras mentes todavía impactadas por las marcas de metralla que cubren las fachadas de los edificios como una epidemia.
Llega la noche y nos disponemos a preparar nuestras mochilas para emprender de nuevo el viaje de madrugada. En el caos que se organiza, Guillem es incapaz de encontrar el disco en el que guarda todas las fotos tomadas hasta el momento, presas del pánico comenzamos a revolverlo todo (aún más), intento tranquilizarlo mientras yo mismo busco irracionalmente dentro de mis calzoncillos: -No puede estar aquí, lo habría notado...
Guillem huye despavorido calle abajo como pollo descabezado para comprobar que no lo hayamos olvidado en ninguna parte; al rato regresa con cara de derrota y mientras le doy la noticia de que el maldito aparato estaba en el lugar de siempre, hacemos balance de un simulacro de robo del que concluímos que el "equipo" ha funcionado estupendamente, no perdiendo la calma en ningún momento. Al fin y al cabo ninguno de los dos se ha tirado por la ventana presa del pánico, ?no?

Thursday, November 8, 2007

LA ARQUITECTURA DE LA GUERRA


Olvidamos el mar azul, nos adentramos hacia el continente y por el camino nos encontramos una frontera caprichosa que unas veces existió y otras no lo fue. Dentro de la frontera se recoge un país que sus imaginativos habitantes dicen que tiene forma de corazón. Es lo que tiene la arbitrariedad de las fronteras, son una cuestión de imaginación.
Para ganarse una pequeña parte de lienzo en el caótico mapa de Europa, este corazón se dibujó a fuerza de bombear sangre. Testigo del desastre de Bosnia-Hecegovina es la pequeña ciudad del puente sobre el río Neretva.
La entrada en Mostar nos encoge el alma, poco acostumbrados como estamos a espectáculos de este tipo. Bien es cierto que en Croacia algunos edificios aquí y allá nos dejaban adivinar que hubo una guerra, pero Mostar es diferente; allí edificios fantasmagóricos luchan cada día por mantenerse en pié, contándole a voz en grito al visitante que el horror se adueño de las vidas de sus gentes por unos años. No deja de sorprendernos cómo sus habitantes pueden caminar impasibles junto a estos monstruos omnipresentes; nosotros, por contra, deambulamos boquiabiertos por las calles, con el espanto en los ojos, prueba evidente de que somos recién llegados.

REFLEJOS EN LA PIEDRA


El asedio que sufrió Dubrovnik durante la guerra se repite cada día ante sus puertas. Cientos, miles de bárbaros desembarcan en su puerto con el ansia de desconocer un sitio más. Algunos caminan mirando la vida a través del visor de sus cámaras de vídeo, no hay tiempo que perder, hay que registrar cada rincón, cada piedra, antes de que la llamada de su lujoso barco les reclame para zarpar en pos de otra plaza que conquistar, otra muesca más que irá desplazando en la memoria recuerdos apresurados de visitas anteriores. Cada día, tan fugazmente como llegaron, desaparecen los enjambres encantados por un colorido paraguas o una banderita; dejando tras de si la paz de unas semidesiertas calles que muestran bajo la luz artificial de sus faroles la belleza de unos edificios que conocieron tiempos de esplendor. Las murallas de la antigua Ragusa guardan uno de los tesoros más valiosos del viejo "Mare Nostrum".
Nos perdemos por sus callejuelas recorriendo una y otra vez el laberinto hasta estar seguros de no olvidar ni el más escondido de sus recovecos; y sólo entonces vemos el momento de abandonar para siempre una ciudad que grabó con sus reflejos empedrados una imborrable huella en nuestra querida máquina de registrar recuerdos.

EL MAR SE DESPEINA


La parte más bonita de Zadar se esconde tras sus murallas, o quizás no, quizás la parte más bonita de Zadar esté a miles de kilómetros de Zadar; hay voces que afirman que allí se contemplan las puestas de sol más bonitas del mundo. Una afirmación demasiado pretenciosa a nuestro juicio. Lo cierto es que el mismísimo Alfred Hitchcock se dejó encandilar por uno de sus atardeceres y, según rezan los folletos turísticos, uno de sus retratos más famosos fue tomado después de presenciar el espectáculo. De todas formas no somos muy aficionados a tener demasiado en cuenta los cebos para las masas, y como unos cuantos minutos al día no justifican una prolongada estancia, abandonamos este puerto cegados por la luz de un faro que brilla con más fuerza.
La carretera que conduce a Dubrovnik se aferra a la costa para no caer en el azul profundo que la acecha desde abajo; llueve al otro lado del cristal, con nuestra cabeza apoyada en la ventana vemos alejarse un mar despeinado, agitado por el viento. Las horas pasan eternas, la música acompaña nuestros pensamientos melancólicos mientras una mano invisible dibuja figuras abstractas en el agua. El placer de viajar, de abandonar todo lo conocido mientras nuevos paisajes se presentan ante nosotros tiene algunos inconvenientes.
La noche ha ganado una batalla más, sin estridencias, sin grandes espectáculos el sol se fue a dormir tras la nubes antes de que una triste estación de bus pusiera fin a nuestros sueños. Bajo la lluvia nos perdemos por las callejuelas de la ciudad en busca de un hogar de alquiler.

Saturday, November 3, 2007

LAS HERIDAS DEL CEMENTO


Dejamos por fin el clima helador de Plitvice, el autobús asciende trabajosamente las montañas que ya empiezan a mostrar sus canas; al otro lado de la cordillera se nos aparece un paisaje mediterráneo; pudiera ser cualquier pueblo de la Costa Brava a no ser por las heridas del cemento causadas por los restos de metralla que permanecen en las casas para recordarle al mundo que el sufrimiento sí que es patrimonio de la humanidad. La vida sigue, muchos reconstruyeron ya sus moradas a toda prisa, sin tiempo para vestir al ladrillo, la vida sigue y no hay tiempo para florituras, hay que olvidar cuanto antes, dejar que los años vayan enterrando las vergüenzas de una guerra que jamás debió comenzar; la vida sigue pero ahí quedan las heridas del cemento en las viejas casas para enseñar al viajero una lección de historia que se escribió con fuego y con vidas rotas. Una lección de historia que nos encoge el corazón y nos llena el paisaje de lágrimas.

PATRIMONIO DE NADIE


Atraídos por la llamada del Adriático nos dirigimos hacia sus costas atravesando gran parte del país. A la salida de Zagreb podemos comprobar las similitudes de la vida de los inquilinos de cualquier capital europea; todos ellos ponen a prueba los nervios intentando guardar el equilibrio entre no llegar tarde al trabajo y el mantenerse lejos del ataque al corazón. Aliviados por verse desviar la serpiente de hierro, dejamos atrás sus malos humos en busca de uno de los parques mas emblemáticos de Croacia. En Plitvice nos quedamos un par de días para recorrer con calma sus lagos de aguas cristalinas, deleitarnos con la fuerza de sus cascadas y dejar a nuestras mentes soñar con los maravillosos colores del bosque. Una amarilla lluvia de otoño cubre continuamente el suelo. La zona que abarca el parque es tan hermosa que, un día, las mentes preclaras que gobiernan el mundo decidieron declararlo patrimonio de la humanidad; y decidieron imponer una tasa de entrada lo suficientemente elevada como para que gran parte de esa humanidad no tuviera posibilidad de acceso. Decidieron también dotar al parque de todas las comodidades, completando así aquellos aspectos en los que la naturaleza se quedo corta; así pues no faltan junto al lago un lugar donde tomar un café, tres hoteles en los que pasar la noche o jugar al tenis y trenecitos turísticos o barcos para transportar a los mas perezosos. Nosotros nos alojamos en Mukinja-Neselje, una pequeña aldea al costado del parque. La segunda noche, la tranquila casa que nos servía de cuartel se ve invadida por tres españolitos venidos de Alicante y por un indio que sobrevive en la tierra de las barras y las estrellas. En las pocas horas que pasamos juntos la paz de la casa se ve alterada, y probablemente la del indio también, porque hay bromas que no son aptas para según que culturas.