Sunday, November 18, 2007

LAS ARMAS LAS CARGA EL WHISKY


La entrada en Hungría supone un cambio de aires, un lenguaje que nada tiene que ver con el que ya habían identificado nuestros oídos, una historia que, aunque a veces haya ido de la mano de la de las tierras que abandonamos, se apartó para escribir sus propias derrotas. Mirando hacia atrás, viendo como el tren va poniendo traviesas de por medio, nos lamentamos de no haber conocido a demasiados lugareños. Realmente, haciendo memoria, solo recordamos ahora a aquel hombre de Dubrovnik que después de invitarnos a un whisky y, rechazando él su ración por haber tomado suficiente, sacó un revolver del mueble-bar y apretó frenéticamente el gatillo. Poco mas duro la conversión, habíamos contado cinco vueltas del tambor y cualquiera que haya visto una película de vaqueros sabe que un "Colt" tiene seis disparos; así que huímos a toda prisa por si la última bala la hubiera cargado el diablo... o el whisky.
Hungría nos sorprende gratamente abofeteando nuestra incultura con cuidadas ciudades y una forma de vida mucho mas parecida a la nuestra de lo que presumían nuestros prejuicios. Una vez mas nos damos cuenta de que de nada sirven los relatos intercambiados apresuradamente con otros viajeros. Cuando uno viaja apenas raya la superficie de la realidad de los sitios que visita, y la misma ciudad ofrece al visitante caras distintas dependiendo de su humor, de sus ganas...del de la ciudad, de las nuestras...
Con la intención de evitar que se repita la misma historia vamos a visitar a Kata, a Ian y a su pequeñaja y encantadora hija. El poco tiempo que pasamos bajo el amparo de su hospitalidad nos sirve para desconocer un poco menos como se vive por estas tierras y, de paso, para enterarnos de un par de conciertos interesantes que habrá en Budapest los días que estemos por allí.
Cansados de vagabundear los lugares a toda prisa, decidimos olvidar nuestras mochilas en la gran ciudad durante al menos una semana.

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