Nos abrimos paso ante la maraña e turistas, queremos sentirnos diferentes pero a los ojos de un observador imparcial, sea gondolero o no, somos parte de la gran marea que sube y baja según la estación del año. Bueno no, el gondolero si sabe, él ve en nuestras mochilas gastadas unos bolsillos incapaces de pagar una tarifa pensada para enamorados.
Recorremos cada calle, nos sumergimos en cada canal con mirada observadora, buscando en los reflejos la fotografía escondida, el instante robado que nos hará diferentes. Las piernas reclaman su merecido descanso, hartas de flotar en una isla de sueños de cristal (de Murano) y nuestras almas de viajero, impacientes por abandonar al turista y comenzar la aventura, nos empujan hacia el este a descubrir nuevas lenguas, nuevas visiones de este loco mundo que por ser redondo como una pelota nos une a todos en un destino común.
1 comment:
¿Esto del destino común no acabará con un "en lo universal", no?.
Ya tus vale...
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