Sunday, October 28, 2007

LA IGLESIA FLOTANTE


Deliberadamente nos alejamos de toda posible ruta que pudiera haber seguido Marco Polo para crear nuestro propio camino. No pretendemos comerciar más que con alguna mirada furtiva al fondo de las gentes que el futuro nos imponga, así que ningún sentido tiene buscar el camino más recto, el atajo que nos acerque aceleradamente a un destino que nadie nos fijó.
Recuperada nuestra libertad, dejamos Liubliana y guiamos nuestras brújulas a los pies de las montañas más altas de Eslovenia. En Bled, la iglesia de la Asunción se refleja en un cielo azul, ofreciendo un precioso lugar de recogimiento y oración a los pescados del lago. Las campanas tañen bajo el agua y su eco se reparte por el valle completando la estampa.

La figura del monte Triglav preside la vida de estos valles y la tentación de charlas con sus Apus provoca un cosquilleo en nuestras piernas ansiosas por sentir de nuevo la dureza de la roca; las circunstancias aconsejan calma y decidimos dejar la visita para una mejor ocasión, conformándonos con un pequeño chapuzón en los colores que el otoño pintó con la habilidad de un maestro milenario.

Siempre mirando hacia atrás abandonamos Bled como emperadores romanos en actitud compasiva; prometiéndonos a nosotros mismos que si en otra ocasión volvemos a estas montañas no dejaremos escapar la oportunidad de subir a charlar con el monte Triglav.

Nuestros intentos de conseguir un transporte gratuito fracasan rotundamente y, cansados de juegos absurdos y de sonrisas (verdaderas y falsas) regaladas, abandonamos el arcén para cambiarlo por una escalera horizontal e infinita, que nos mecerá con su lento traqueteo hasta Zagreb.

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