Seguimos mirando al Adriático mientras nos sumergimos en las estrechas calles de Piran. Un mar antiguamente punto de partida de mercaderes en busca de fortuna, de guerreros en busca de batalla y de almas en pena en busca de aventuras.
Piran nos obsequia con poco más que su hospitalidad y su calma; hartos ya de jugar con nuestras propias sombras decidimos presentarnos ante la capital de la pequeña república. Liubliana no dista más de una centena de kilómetros de la costa, por la ventana del bus vamos viendo viajar al otoño entre las copas de los árboles que se despojan de las galas que les regaló la naturaleza cuando el año no había hecho más que empezar, cuando este viaje era todavía un sueño incierto. Nosotros viajamos también, en el presente con las piernas incómodas por la estrechez de los asientos; y en el pasado, medio en sueños, porque la sensación de estar de nuevo en camino hacia ninguna parte evoca otros destinos, otros otoños en los que viajábamos soñando en los viajes del futuro.
Vaivenes del autobús, cabezadas robadas a una carretera secundaria nos conducen casi sin darnos cuenta a Liubliana; en donde, gracias a la guía que compramos en el último momento, encontramos un lugar para pasar la noche en la más que decente celda de una antigua prisión convertida hoy en hotel para mochileros.
1 comment:
Vaya extraña pareja la vuestra, si señor (la verdad que os habeis juntado el hambre con las ganas de comer) pero la verdad es que pienso que teneis un par de bemoles bien puestos. Ya tenia ganas de empezar a leer este blog y seguir la aventuras de alguien cercano a mi y de su inseparable amigo (por lo menos espero que sea así hehehehe). En fin espero que esteis bien y nos sigais deleitando con vuestras historias.
Un fuerte abrazo
Bragl. (¿quien soy?)
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